Entre los años 1811 y 1815 estudió pintura en Inglaterra. Pintó numerosos retratos de personalidades influyentes de su época: el marqués de Lafayette, Monroe (el presidente de los Estados Unidos) y muchos miembros del Congreso de los Estados Unidos.
Estudiando en la universidad de Yale (EEUU) tuvo acceso a los recientes avances y descubrimientos acerca de la energía eléctrica.
Años mas tarde, en 1832, en un viaje en trasatlántico y habiendo permanecido embarcado algunos días, sintió ansiedad por conocer las últimas noticias. Recordó aquellos trabajos de Yale y pensó en las posibilidades de la transmisión de impulsos eléctricos.
El telégrafo
Seguramente no fuera el primero en tener la idea. Cuando construyó su primer modelo de telégrafo en 1832, había muchos otros en desarrollo. Entre los científicos que trabajaban en ello es oportuno destacar a Karl Gauss (Alemania, 1777-1855), Joseph Henry (EEUU, 1797-1878) y Charles Wheatstone (Gran Bretaña, 1802-1875).
Particularmente fue sobre el modelo de Henry en el que Morse se basó para mejorar su diseño, ya que éste funcionaba a mucha más distancia valiéndose de relés electromagnéticos que compensaban la pérdida de energía debidas a la longitud de los cables utilizados.
Pero todavía faltaba un pequeño detalle: qué transmitir. No sería práctico transmitir impulsos eléctricos si ellos no tenían una coherencia de duración o una codificación sistemática. Un año más tarde, Samuel Morse desarrolló el célebre código, que luego llevaría su nombre, basado en impulsos breves (puntos) y en pulsos más largos (rayas). Así el sistema estaba a punto para su uso, era práctico y simple.
La patente
En 1843, por encargo del Congreso de los Estados Unidos y con un presupuesto de 30.000 dólares, construyó la primera línea telegráfica. Unía la ciudad de Washington con Baltimore. Fue inaugurada oficialmente el 24 de mayo de 1844 con la emisión, por parte del mismísimo Morse del primer mensaje: ''What hath God wrought!'' (¡Lo que Dios ha hecho!).
Morse tuvo que vérselas con sus antiguos socios y el resto de los investigadores que habían trabajado paralelamente en el desarrollo de las comunicaciones eléctricas por cable, en especial con Joseph Henry, por la paternidad del sistema.
Los pleitos terminaron definitivamente cuando, en 1854, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió que el dueño de la patente fuera el Estado de ese país. Del otro lado del océano, en Inglaterra, los derechos del telégrafo quedaron para Charles Weatstone.
Seguramente no fuera el primero en tener la idea. Cuando construyó su primer modelo de telégrafo en 1832, había muchos otros en desarrollo. Entre los científicos que trabajaban en ello es oportuno destacar a Karl Gauss (Alemania, 1777-1855), Joseph Henry (EEUU, 1797-1878) y Charles Wheatstone (Gran Bretaña, 1802-1875).
Particularmente fue sobre el modelo de Henry en el que Morse se basó para mejorar su diseño, ya que éste funcionaba a mucha más distancia valiéndose de relés electromagnéticos que compensaban la pérdida de energía debidas a la longitud de los cables utilizados.
Pero todavía faltaba un pequeño detalle: qué transmitir. No sería práctico transmitir impulsos eléctricos si ellos no tenían una coherencia de duración o una codificación sistemática. Un año más tarde, Samuel Morse desarrolló el célebre código, que luego llevaría su nombre, basado en impulsos breves (puntos) y en pulsos más largos (rayas). Así el sistema estaba a punto para su uso, era práctico y simple.
La patente
En 1843, por encargo del Congreso de los Estados Unidos y con un presupuesto de 30.000 dólares, construyó la primera línea telegráfica. Unía la ciudad de Washington con Baltimore. Fue inaugurada oficialmente el 24 de mayo de 1844 con la emisión, por parte del mismísimo Morse del primer mensaje: ''What hath God wrought!'' (¡Lo que Dios ha hecho!).
Morse tuvo que vérselas con sus antiguos socios y el resto de los investigadores que habían trabajado paralelamente en el desarrollo de las comunicaciones eléctricas por cable, en especial con Joseph Henry, por la paternidad del sistema.
Los pleitos terminaron definitivamente cuando, en 1854, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió que el dueño de la patente fuera el Estado de ese país. Del otro lado del océano, en Inglaterra, los derechos del telégrafo quedaron para Charles Weatstone.
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